Pasaban un programa sobre enfermedades. Algo que
me late mucho de estudiar es perder esa ‘repugnancia automática’ por
decirlo de alguna manera. Llega a consulta un muchacho con algo que después se sabe que es un hongo en
las axilas, tenía hoyos y pedazos de carne le colgaban, pero el médico, con la
ayuda del laboratorista, puede saber lo que es, cómo se da el contagio y cómo
curarlo. No sólo no le huye al enfermo sino que es la persona que lo puede
ayudar. Supongo que una de las recompensas del médico debe ser la sonrisa del
paciente que se va recuperando. Ver que su estado de ánimo cambia.
En otro programa desos de jom an jelt, salió una ñora gordita. Comenzó a subir de peso después de los 13, dijo
que la violaron, pero no entendí si fue antes o después de esa edad, lo cual
sería importante para ver si comía compulsivamente para, al modificar su
aspecto, evitar que las personas se le acercaran; pero bueno, el caso es que come
compulsivamente. Al principio no quiere que la cámara la tome en ropa interior,
está muy avergonzada de su cuerpo y dice que no quiere porque una persona
delgada como el camarógrafo puede llegar a su casa y volver el estómago. Se mira
a sí misma y dice llorando que cómo podría encontrar eso atractivo su esposo. Se
casó, su esposo es bombero, dice que pensaba que ya no iba a haber nada para
ella, pero que apareció él y como que la hizo volver a creer. En ese momento
pensé ‘quizás ese hombre está con ella porque es lo que ella necesita’, quiero
decir, no lo conozco, pero quizás tenga una personalidad protectora,
amable y cariñosa, como si la vida le mandara lo necesario. Ojalá. Ella se
quiere embarazar, pero para poder lograrlo, tiene que bajar de peso, por eso
salió en el programa. En eso dice que quizás debería divorciarse de él, y no
porque no lo quiera, sino porque si no estuviera con ella, quizás él ya tendría
una familia. Cómo podemos por ser tan duros con nosotros mismos que nos quitamos incluso
eso que puede estarnos haciendo bien, ese recurso que quizás es el que evita
que nos vayamos a pique. Y no hablo con la superioridad del que ve los toros detrás de la barrera, sino
que a veces vemos a una persona no tan sólo lastimarse, sino ensañarse consigo
misma y decimos ‘ya por favor perdónese’. Ojalá podamos mutuamente enseñarnos a
perdonarnos.