Hace unos días una de las
medallistas puso en su tuirer (dicen los mamones) algo así como que ella no
pasó 8 horas formada para que quedara peña, y después lo quitó. Pienso que su
reacción es característica de lo que sienten las personas (‘somos sumisos y
obedientes, con ganas de gritar’) y por lo que la participación no se ve como
debiera o como otros indicios nos hacen suponerla.
Eso de que la gente tiene el
poder no lo creo. Aunque amarga, prefiero la verdad: la gente no está unida
(cómo necesitamos esto!), no tiene educación ni capacidad crítica y tenemos
miedo (cómo no, sólo hay que ver lo que les ha pasado a los periodistas).
Más bien hay que recobrarlo.
En ciertos aspectos, puedo decir
que odio la mentalidad del mexicano: conformarse con sucedáneos (como la
selección), creer que es más inteligente el que tranza, querer ganar mucho
dinero trabajando poco, despreciar a la gente del campo o pobre y mamarle el
pito a los extranjeros, valorarse en muy poco, su falta de seriedad, el egoísmo
y creer que las cosas ‘así son y ya no se puede hacer nada’.
El chino decía que sus
deportistas lloraban porque sentían que le fallaban a su país, por lo tanto hay
una relación entre el desarrollo de cada persona y el del país. Aparte, una
manera de protegernos es estando unidos, y las creencias compartidas, las
convicciones, unen.
Con todos los métodos de control
que se cuentan actualmente: mejores armas de fuego, el internet y la
informática, efectividad de los medios de comunicación masiva, la pobreza, el consumismo, el individualismo, la ideología,
etc.; si queremos hacer algo, debemos repensar qué medios son los más adecuados
para contrarrestar aquéllos y no creer que los que tienen el poder lo van a
ceder.
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