Sólo una
versión llega a nuestros oídos, la de los poderosos, que logran hacer que la
suya acalle todas las demás que existen en un suceso.
Por
ejemplo, la gente se indigna porque en las marchas hay pintas o cristalazos a
los bancos, pero no se enojan porque los bancos los roben en cantidades
monstruosas, debería temerle a los banqueros y no a los anarquistas, porque
aquellos no dejan de trabajar y su fuerza hace que los gobiernos se tambaleen.
Otro ejemplo
es cuando nos sacamos de onda porque escuchamos cosas sobre Medio Oriente o los
lugares donde hay guerra, nos cuentan que allá se entrena a los niños para la
guerra y nosotros agitamos la mano y exclamamos ‘qué bárbaros!’, sin considerar
que lo mismo pasa en el norte del país y es algo que se extiende.
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