Existe emputamiento
contra el Estado mexicano, al menos por esa parte de la población que todavía
piensa, porque a la que está enajenada le molesta la manifestación que no la
deja llegar temprano al trabajo (léase cumplir
la condena de trabajos forzados) o regresar huyendo a su casa
por la tarde-noche a descansar (léase encerrarse
en su celda).
Y es que cada vez se vuelve más
evidente la lucha entre las élites políticas y económicas, y el resto del país,
los jodidos, el pueblo, y la tibia clase media. Ya no es una lucha disimulada -bueno, en parte por las élites, pero es un disimulo de manifestaciones
patológicas (negaciones psicóticas, p.e.)-, es sencillamente el uso del poder y la fuerza.
A mí la verdad las marchas o bloqueos no me molestan; aunque he llegado tarde
a alguna cita, entiendo que los que lo hacen es porque tienen algún problema y
preferirían no estar ahí, pero el Estado se porta ojete. Lo único que me parece
mal es que este tipo de acciones civiles sigue formando parte de la manera de
ver las cosas donde se le sigue pidiendo al Estado que haga,
cuando es evidente que no lo hará porque nunca lo ha hecho. Me molesta la
ingenuidad de la izquierda o de las partes que quieren luchar porque no han
aprendido nada cuando piensan que una persona (una élite) va a renunciar a un
placer porque a otro le molesta (esto se halla resumido de manera magistral en la frase del líder vitalicio de la CTM y fundador del PRI, Fidel Velázquez: “A balazos llegamos y los votos no nos sacarán”), y más cuando dispone del uso de la fuerza, un
uso que está permitido (legalizado) por provenir del Estado.
Lo que se debería buscar es una manera en que la sociedad haciéndose cargo
por sí misma de lo que demanda, y paulatinamente vaya luchando por el poder que
le ha sido enajenado por el Estado. Como decía un teórico de principios del
siglo pasado (ay esos libros viejitos tan olvidados), el poder que
actualmente tiene el Estado no es más que el resultado de las sociedades
organizadas, es decir, si sus golpes son tan duros es porque estos llevan la
fuerza que toda la sociedad le ha dado (puede que sin saber).
Ése es mi único pero a las
manifestaciones, que pertenecieran a lo viejo, y todavía lo sigo pensando, sin
embargo, al leer hoy que los diputados aprueban una modificación
constitucional, que no es más que combatir las manifestaciones de rebote:
"<>, señala el nuevo artículo 11 constitucional”
Pues veo que en realidad el Estado le sigue temiendo a las
manifestaciones. Como decía Schopenhauer al discutir: si vemos que un argumento
molesta al oponente, hay que insistir en él.
Está bien marchar y todo eso. Pero tiene que ser complementado con
inteligencia y estudio.
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