Lotro día estaba en el baño
cuando escuché que la vecina regañaba a su hijo (va en la primaria) a gritos,
porque así es como ella sabe, se entiende que le dio un madrazo y a
continuación le dijo “cállate!”. O sea, señora, ¿le dio un madrazo y no quiere
que se queje ni le duela?
Bien decía Piaget que “al final
no son los niños quienes merecen los azotes, sino los padres”.
Se cree comúnmente que por poder
engendrar se posee la sabiduría innata para educar, les parece una especia de
ofensa a su ego pedir asesoría a personas que han estudiado o se han dedicado a
investigar qué onda con el desarrollo infantil. Sin duda para pedir ayuda se
requiere cierta madurez, pero antes de eso, hay que construir esa conciencia en
las personas. La conciencia de que se puede pedir asesoría y ayuda en cuanto a
la paternidad y no son pendejos por hacerlo, sino todo lo contrario.
(*el título no es mío, es el eslogan de una película que no recomiendo)
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