Estábamos en un taller, así que
había que hacer una coreografía. Después se invitó a los participantes a compartir lo que había
sentido. Unos compañeros explicaron que no quisieron porque habían tenido un mal día. Una chica
dijo que a pesar de que lo había hecho, no había podido evitar sentirse incómoda con la mirada
de los chicos, que le contagiaban su apatía, a pesar de que
respetaba su derecho a no participar. Uno de los que no quiso bailar dijo que
ellos también respetaban el que ella bailara, pero que no debía importarle la
actitud de los demás, “te debe valer lo que los demás piensen”, dijo.
Lo que yo considero la verdad es
que se debe reconocer la mutua influencia. Si pudiéramos aislarnos del otro, ¿por qué existe el
llanto, los gritos?, ¿cómo es que podemos saber si alguien está de malas o de
buenas sin que nos lo diga?, ¿por qué las manifestaciones buscan socializar un
problema?
Sí, existen personas ególatras, con
diferentes grados de narcisismo, que pueden ir desde la miopía hasta la ceguera respecto de las necesidades de los demás, pero el ser humano está hecho para reconocerse.
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