Si algo detesto es cuando la
gente se vuelve impulsiva en el peor sentido de la palabra, cuando se vuelven peor
que animales.
Cuando las personas se ponen
ansiosas o nerviosas, se bloquean y reaccionan instintivamente. En tales
reacciones hay muchos errores. Hay crueldad, violencia. Irracionalidad.
Un ejemplo muy sencillo podemos
verlo al manejar, las personas no se dejan rebasar o impiden entrar a la fila,
no piensan, sólo hay que verles la mirada. Es una mirada automática,
instintiva.
El Yo es como un conductor que
dirige un auto con un motor muy potente, al que le fallan los frenos y donde el
acelerador se atora, además tiene que luchar con el difícil camino que la
realidad le pone delante. No es el conductor más hábil ni conoce todos los
caminos. Pero es el encargado de llevarnos.
Cuando las personas se vuelven
irracionales los detesto tanto que podría decir que los odio. Odio su crueldad,
su prepotencia, su fuerza bruta.
Sin embargo el Yo, el conductor,
me pide que respire y trate de comprender que están fuera de sí.
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