Falleció Jenny rivera (q.e.p.d.), y varios se sacaron de
onda, “es que no mames, lacabo de ver!”.
Uno puede burlarse de esta preocupación o decir “pus ni la
conocía, a mí qué?”, pero hace rato pensaba que ésta es una de las pocas
posibilidades que tiene el ciudadano común de enfrentarse a su relación con lo infinito, que incluye al Universo, el Otro, Dios, la Eternidad, etcétera; y en
este caso la Muerte.
El que una persona con éxito y fama perezca le dice que
nadie tiene la vida asegurada y le devuelve su valor como individuo.
Lo malo es que los medios se encargarán de darle la forma
adecuada para hacerlo digerible.
Esta relación con lo infinito debe ser permanente y está
trabada con la Vida, como cuando Buda se da cuenta de la enfermedad, la vejez y
la muerte, no las percibe con la inteligencia, sino con la panza, la comprende
con las emociones. Cuando digo que debe ser permanente no digo mortificarse con
la idea de que se va a morir, sino precisamente darle un valor al tiempo que es
suyo y a la manera en que realiza su existencia.
Por supuesto lo anterior descarta de igual modo la idea de echar
desmadre que el mundo se va acabar o la idea de la búsqueda de una felicidad
basada en posesiones y estereotipos.
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