Tengo una instructora en mis clases de tenis, tengo tres instructoras. La del viernes se llama Jessica (no estoy seguro de cuál es la ortografía adecuada). Jessica observa a los alumnos, va y los corrige, los ayuda y enseña, les presta su cinturón o materiales para hacer ejercicios, a mí me prestó un bloquecito. Hace chistes, por ejemplo, en los movimientos para mover la cintura, dice ‘el movimiento sexy’, jajaja, ya sé que está quemado, no importa, nos hace reír. Nos recomienda tomar agua, por las esponjitas que tenemos entre las vértebras, ayuda al rendimiento y es saludable estar siempre bien hidratado; no es bueno comer azúcar, sí, es buena para esto y para aquello, ‘gracias, azúcar por existir’, pero hay que evitarla.
Está muy delgadita y se pinta el cabello, pero no le hace falta. Nos dice que en la parte de atrás hay agua por si queremos tomar. Se da un baño y regresa con ganas para que hagamos lo que sigue.
Le preguntamos a un albañil que trabajaba bajo el solazo con su compañero en una pared sobre la que su escalera estaba recargada:
-por aquí se va a Xico?
-uy, ya te pasaste un chingo. No, mire, se regresa por la coca y agarra para la derecha, pasa un puente de piedra
-por la gasolinería?
-ajá, pasando, todo derecho y a la derecha, ahí se ve un arbolote, derecho.
-gracias.
-que le vaya bien.
Estaba por dar la vuelta, pero no cabíamos, alguien se había parado cerca de la esquina, delante de mí estaba una estaquitas media traqueteada, se paró, avanzó la fila contraria ‘aguas, se va a echar para atrás’, dijo el conductor que pasó junto a mí, y se fue.
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