Qué jodido es ver a alguien todo el día con el puto smartphone.
Y uno les dice, “no mames, ya eres adicto a esa madre”, “no, no lo soy, puedo
soltarlo cuando quiera”. Y digo ver, porque hablarles, sólo por medio de otro
dispositivo.
Lo más culero se nota en los jóvenes, que son más inmaduros
para resistir (aunque los adultos que aprenden a manejarlos la verdad no salen muy bien librados).
Lo que se experimenta al apartarse de él es evidente: un
gran sentimiento de soledad.
Antes de modificar estas conductas, de prevenirse contra
ellas, los criterios de normalidad en las adicciones se van a estirar por las “necesidades”
de los tiempos modernos.
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