Con treinta años conoceré por primera vez otro país latinoamericano. Luego de vivir más de cinco años en Estados Unidos y de viajar por seis semanas por algunos puntos de España, Costa Rica se convertirá en unas horas en el tercer país extranjero en que ponga pie.
Aprovechando la ocasión, y luego de coincidir con Piper en que era hora de atender el changarro, me propongo escribir algunas líneas de lo que vaya aconteciendo en los siguientes 10 días.
9 de enero
Flanqueado por un par de ancianas estadounidenses que seguramente se alejan del gélido fenómeno que azota sus tierras en estos días, me encuentro hilando estas palabras con la finalidad de distraer el hambre por las dos horas que restan de viaje.
El itinerario: salida de Veracruz, puerto, a las 6:50 am, haciendo escala en Houston. Antes de despegar, tuve oportunidad de despedirme de mi papá, quien vive en las inmediaciones del aeropuerto, y de mis tíos Pepe y Yola, quienes fueron a despedir a Ramcés (sic) en su regreso a Monterrey.
El viaje, hasta ahora, sin contratiempos. Una rebanada de rosca de reyes, un flan y un yogur albergan desde hace unas horas en mi estómago, pero comienzan a sentirse solos y me envían señales. Pero no puedo decidir si el hambre me está molestando más que el sueño, pues sólo he maldormido intermitentemente durante los traslados vía terrestre o aérea.
Leo, eso sí. Vengo leyendo desde hace varios días Mantra de Rodrigo Fresán. Comencé a leerla atinadamente antes de los días que pasara en el DF. No pude terminarla entonces porque 1) he estado más ocupado o distraído con otras cosas, y 2) porque es una versión en pdf que tengo en la iPad en la que cuesta trabajo clavarse. Sin embargo, la he ido disfrutando. Encuentro una fuerte intertextualidad que ignoro si fuera intencional. Me parece que hay atisbos de, entre otros, Altazor, Rayuela, y Los detectives salvajes. Aunque es extraño que el autor afirma en una entrevista que nunca ha leído las andanzas de La Maga y Oliveira. No niego, sin embargo, que ha habido momentos en que sí me atrapa esta que parecería una historia-collage basada en la imaginativa lectura de una guía turística de México, y de otros datos arrojados por enciclopedias y libros básicos sobre mi país. Pero qué más podría producir si fue una novela hecha por encargo sobre dicha ciudad. Voy a continuar leyéndola, para hacer más breve esta divagación.
Un chofer del hotel fue a recogerme al aeropuerto con un letrero en el que decía"Luis Rodrigues". Tal vez esperaban a um brasileiro. No cabe duda de que no hay mejor guía turística que una persona que se ha dedicado a ser chofer. Gracias a Odelber pude informarme de qué puntos del país eran más recomendables para visitar en el fin de semana que tengo libre. Además, el mae me contó quién era su gallo para las elecciones del próximo mes. Si les digo que terminó declarándose admirador de Hugo Chávez, ya se imaginarán por dónde fluyó nuestra agradable charla rumbo al hotel.
Una vez instalado, busqué un lugar dónde comer. Al darme indicaciones de cómo llegar al centro comercial más cercano, logro adivinar una de las primeras singularidades: la gente se orienta por metros o minutos caminando, pero nadie de las tres personas usaron otro tipo de referencias que yo habría preferido como "camina dos cuadras, y en la esquina que está pasando la vía del tren".
Me acerqué al puesto que ofrecía guisados más locales, pasando de largo las cadenas transnacionales. El cocinero, muy amable como el resto de los ticos con quienes he hablado hasta ahora, le sugirió un paquete en que pudiera probar varios platillos. Muy rico, sobre todo los frijoles y el mondongo, el cual acá estaba preparado como un adobito y no en sopa (y claro, sin ser picante, más bien dulce). Tuve que tirar algo de comida pues quedé lleno antes de terminarla.
¿Qué hacer mañana viernes? Estoy tomándome el segundo gin tonic en el café adjunto al hotel, y desde aquí he decidido que no tengo cabeza para decidir, ni ganas de viajar. Lo mejor será que mañana descanse y busque las mejores opciones para el sábado y el domingo. Ahora voy a darme un baño y a disfrutar de un largo sueño que ha estimulado la última gota de esta ginebra.
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