Hace unos
días vi Whiplash, de Damien
Chazelle, porque el de Mina la puso, yo ni tenía idea de que existía y pienso
que si hubiera visto el avance cinematográfico no me hubiera animado. A mí
definitivamente no me late el jazz (ni el blues), pero sí checaría este
soundtrack, las rolitas que ponen suenan bien (a menos que sean 11 minutos de
lo mismo, tons sí estaría cabrón). Al parecer la película está nominada al Oscar,
y parece que ha ganado un buen de premios. Supongo que las premiaciones se
hacen de acuerdo a lo que tienes ese año, pero a mí no se me
ocurriría que ésta mereciera uno, aunque la verdad los premios estadounidenses
parecen pesos (tan muy devaluados).
En fin, la película técnicamente tiene cosas chidas: como dije buena música, el que la hace de profe (J. K.
Simmons) ta bien en su papel, la estaba disfrutando cuando vi que iba a ser
como una película sobre lo estresante que es la vida estudiantil en Estados
Unidos, pero ni madres, me cortaron la ilusión. Y fue precisamente el final lo
que la cagó. Y no es que se pueda decir “bueno, es sólo un detalle, en realidad
todo lo demás está chido”, y no se puede porque es precisamente el final el que
da la pauta para la interpretación de todo lo demás, pero me explicaré.
Vemos a un
chavo que quiere ser un baterista de jazz cabrón, el cual, por algo,
logra llamar la atención de un profe muy chipocludo en una gran academia de
música de EU. Para mí el tema principales es lograr la aceptación de dicho
profe, a pesar de que no tarda en mostrarse como un verdadero sádico ojete (por
ejemplo, usa algo que le confesó, la partida de su madre, para joderlo con que
se fue porque él es un fracasado). El chavo siempre anda jodido por tocar
como el profe quiere, raras veces lo logra, aunque siempre anda jodido. Sin embargo, al
final, cuando parece que el protagonista ya renunció (abatido ante una jugada chueca por el profe), regresa al escenario, lo cual yo no esperaba, y se pone
a tocar como él quiere. Esta escena final es al mismo tiempo el clímax, y la
lucha entre amo y esclavo se vuelve una lucha de poder, y eso está muy bien. Se
pone bueno el asunto. La cagada está en que en la escena previa el profe, a
quien habían expulsado de la academia por estar acusado de abusar
psicológicamente de sus alumnos, le había dicho que los jodía para sacar lo
mejor de ellos, algo así como para “sacar al próximo Charlie Parker”, el chico
le pregunta “y cómo sabe que no los presiona de más, cómo saber que no les
corta la carrera?”, “no, eso es imposible, un Charlie Parker nunca renunciaría”.
Pues en la última escena, cuando está la lucha de poder, el director sale con
su pinche batea de babas y pone una relación de complicidad entre los dos. Tras!
A la mierda todo! Lo que pudo ser una crítica, desarrollada en la liberación de
la creatividad del estudiante, se vuelve ideología gringa. A saber, los gringos
quieren todo, quieren un final feliz (una historia rosa a su manera): el chico pierde
novia, se vuelve un patán, un engreído, sufre tortura psíquica (llega al
extremo de querer tocar después de un accidente) y todo para ser el preferido
del culero ese. “Y qué crees? el protagonista lo logra!”. Ay, no mam… y
vivieron felices en Nueva York forever and ever? En lugar de postular una
creatividad libre, individual, no, llega a una creatividad aprobada por un
maestro sádico, sin conciencia de que el talento se relaciona con otros
aspectos humanos y no se remite únicamente a una técnica.
Es la misma
historia de “the pursuit of hapiness” (en
busca de la felicidad, con el pésimo will smith): una vez que el
protagonista de esa película logra su cometido de tener un lugarcito en una
gran corporación, poco importa que la sociedad sea una culera, una mierda. Ese tipo
de cine se enfoca más en el triunfo individual que en la crítica social. Eso no
es más que pura pinche ideología gringa culera.
Sólo quisiera
agregar un ejemplo vivo de lo que digo: los simpsons, que en cuanto
consiguieron hacer lana pasaron de hacer crítica social a ser un
producto de la sociedad.